jueves, 20 de febrero de 2014

Venezuela 2.0

Hola. Lean. Gracias.

De acuerdo con el consenso de analistas, la inflación proyectada en Venezuela al cierre del 2014 es de 75% anual. Un informe del IPE publicado hace un año nos dice que, de 1999 al 2012, la inflación acumulada en dicho país fue 34 veces la del Perú. Asimismo, durante el gobierno de Chávez (1999-2013), el PBI per cápita en Venezuela creció menos de un tercio de lo que creció en el Perú.

Nicolás Maduro gobierna un país cuya producción petrolera viene cayendo: en 1999 equivalió a 3.2 millones de barriles; en el 2011, a 2.2 millones. Pese a ello, la dependencia venezolana por el petróleo se ha acentuado: las exportaciones no petroleras han pasado de sumar US$ 6,335 millones en 1998 a US$ 5,569 millones en el 2012.

Durante el 2013, en Venezuela se produjeron 25 mil asesinatos (es decir, una tasa de 80 asesinatos por cada 100 mil habitantes). Mientras tanto, ocupa el puesto 165 (en un ranking 176 países, de menos a más) entre los países percibidos como los más corruptos del mundo y, según el Banco Mundial, el puesto 144 (en un ranking de 144 países) como el país con las peores instituciones del mundo.

Las cifras duras y objetivas revelan un país en profunda crisis, quebrado y dividido. ¿La razón?: Planificación central y restricción de libertades (en todas sus dimensiones).

La historia ha demostrado –una vez más- que cualquier régimen que negocie aunque sea tímidamente con algún modelo socialista/estatista está destinado al caos, la pobreza, la desigualdad y la convulsión social. Al respecto, realmente no hay ni media duda. No, no la hay. Eso es incuestionable. Punto.

Lo útil y lo que sirve

Lo que Venezuela necesita es un cambio de régimen (obvio). Un cambio hacia una democracia. Bueno, al menos hacia algo que esté camino a serlo. Elecciones limpias, prensa libre y una economía abierta con una política económica prudente. Reformas estructurales luego de 15 años de atraso.

Venezuela necesita un cambio no solo hacia la democracia sino también EN democracia. En ese sentido, como leí en el wall de un amigo mío en Facebook, “defender la democracia de Venezuela diciendo que deben sacar a Maduro con un golpe de estado o medidas inconstitucionales parecidas es francamente risible por patético”.

Sin embargo, como también leí en el wall de un amigo mío en Facebook, “en Venezuela el cargo de Presidente es revocable. Si se junta cierta cantidad de firmas se puede convocar a un referéndum para sacarlo. Ya se hizo una vez con Chávez y no prosperó. Debería ser más efectivo que organizar plantones alrededor del mundo con divertidos hashtags en inglés”.

Lo inútil y lo que no sirve

En contraste, lo que Venezuela no necesita o -en todo caso- lo que no le sirve es una revolución 2.0. No, las redes sociales (ni Twitter ni Facebook) y sus creativos hashtags no van a influir en el cambio de un régimen político. Ni uno ni 16 mil millones de hashtags. En serio, no.

Es como creer que por cada like a una foto un niño en África dejará de sufrir hambre.

Por otro lado, algo me hace sospechar que muchos de aquellos que utilizan esos divertidos hashtags en inglés en sus cuentas de Instagram, Facebook y Twitter recibirían con entusiasmo la iniciativa del senador republicano John McCain, quien declaró que es necesario “estar preparados con una fuerza militar para entrar y otorgar la paz en Venezuela y, sobre todo, garantizar y proteger el flujo petrolero hacia Estados Unidos, cuidando esos recursos estratégicos y velando por nuestros intereses globales”. ¿Doble estándar? ¿Dónde?

Desde mi punto de vista, una vez más, así como #Kony2012, #PrayForVenezuela se ha convertido en la plataforma perfecta para todo aquel que busca convertirse en un ciudadano activista globalmente sensible y preocupado. El problema resulta cuando esta condición convive con una ignorancia y ceguera ofensivas respecto a la realidad social del Perú (copy-paste a mi post del 2012).

Maduro ha prometido que con 1 millón más de #PrayForVenezuela renuncia!

1 comentario:

Male dijo...

Muy cierto todo!!
Buen artículo, vale la pena compartirlo.